Si has llegado a esta página, te estarás preguntando quién es este terapeuta llamado David y cómo me puede ayudar con los problemas que tengo. Voy poco a poco si me lo permites. Mi camino hasta aquí no ha sido fácil, seguramente como el tuyo quizás. En mi caso ha sido una montaña rusa, donde me ha pasado “casi” de todo. La vida a veces impacta, de forma muy fuerte, en todas y cada una de las etapas que transitamos (infancia, adolescencia, adultez…), hasta que uno aprende una serie de cosas para evolucionar de la mejor manera posible, conclusión obtenida cuando realmente entiendes de qué va todo esto y sobrevives a tantas situaciones y experiencias de vida. La inconsciencia del principio, las resistencias que uno tenía y las decisiones impulsivas que tomé hicieron que el camino fuera aún más complicado y a veces hasta peligroso. 

Si soy terapeuta hoy día es porque un día de hace muchos años, cuando ya había tocado fondo, en un pozo muy negro y muy profundo, tomé la firme decisión de querer salir de ese agujero donde me encontraba, con el simple deseo de querer estar bien. Para ello empecé a mirarme en mi interior, algo que nunca había hecho antes. Por aquel entonces no era capaz de controlar mi cuerpo físico, las emociones estallaban de forma desmesurada haciéndome sufrir y la mente no paraba, hasta el punto de tener pensamientos destructivos.  

La toma de conciencia y el ir descubriendo por qué me habían pasado las cosas, yendo a la causa-origen, han sido claves para empezar a sanar 

Me hubiera ido mejor y todo habría sido seguramente más rápido si hubiera pedido ayuda desde un principio a un terapeuta (ahora tengo varios y no dejo de terapiarme); pero entre la vergüenza y los miedos que tenía, mi desconfianza que era patente hacia todo el mundo y mi terquedad que imperaba por aquel entonces, no resultaban ser mis mejores aliados. A pesar de ello, comencé el camino de autoconocerme y fui adquiriendo habilidades y herramientas para ir poniendo en paz todas las heridas de mi interior. La toma de conciencia y el ir descubriendo por qué me habían pasado las cosas, yendo a la causa-origen, han sido claves para empezar a sanar, armar el puzzle de mi vida y poder ver la vida con otros ojos, desde la paz interior, el equilibrio y el respeto hacia los demás, fundamentales para poder disfrutar el ratito que estamos en la Tierra.

Te estarás preguntado qué es lo que he vivido para que mi vida haya girado hacia el ámbito terapéutico. Sin entrar en detalle, he estado a punto de morir en más de una vez; me han operado de urgencia en varias ocasiones, prefiero no contarlas; he superado adicciones como el alcohol, el sexo, el juego o el trabajo (alguna droga también pasó por mi vida); y he puesto en equilibrio actos compulsivos como el comer (antes podía estar todo el día, pero sobre todo en la noche donde parecía un Gremlin) o el comprar (calzado y restaurantes de lujo principalmente). Desde pequeño y sobre todo en mi etapa adolescente emergieron también en mí unos pocos TOCs, que afortunadamente ya quedaron atrás: de repetición, de higiene personal, de acumulación, de comprobación, de orden, de superstición, de perfección, de indecisión, numeral, mental… Me equivoqué al decir que eran pocos.

Hubo un momento de mi vida donde mi cuerpo tan solo toleraba tres tipos de alimentos, sin poder comer prácticamente nada

También me diagnosticaron una enfermedad rara, una esofagitis eosinofílica, que a día de hoy no me limita al estar controlada. No siempre fue así. Hubo un momento de mi vida donde mi cuerpo tan solo toleraba tres tipos de alimentos, sin poder comer prácticamente nada. Imagina la innumerable lista de alergias e intolerancias que presentaba y que afortunadamente he ido reduciendo, gracias a descubrir las causas que lo provocaban, asociadas por un lado a una serie de miedos y episodios vividos que tuve que tragar en contra de mi voluntad; y por otro lado, a determinados pensamientos y actos realizados por mí en su día. Hoy ya puedo comer de todo y no sabéis lo maravilloso que resulta sin atragantarme o sentirme mal por ello. Algo tan simple tiene un valor incalculable para mí en estos momentos. 

He sido padre y salvador de un montón de gente en infinidad de ocasiones. Os podría hablar durante horas de cómo nos pueden afectar los roles y comportamientos que asumimos y las repercusiones que tienen en nuestra salud y en todas las cosas que nos pasan. Algún día escribiré un libro sobre ello. He tenido varias relaciones de pareja, que he dejado y me han dejado, de corta y larga duración, superficiales y profundas, con convivencias dulces y tormentosas, en casas de todo tipo, que han sido reflejo de la familia propia donde me crie y de la familia política que me tocó. Como diría Forrest Gump, la vida es como una caja de bombones. Las relaciones personales y los vínculos que generamos con todos ellos son sin duda alguna el verdadero máster de la vida a nivel terapéutico, cuyas enseñanzas conducen irremediablemente hacia el amor propio, la tolerancia hacia los demás y el respeto de los espacios propios y ajenos.

Si vienes conmigo a terapia, tarde o temprano, trabajarás tu infancia, un proceso que puede hacerse desde la paz, la reconciliación, el abrazo y la alegría

He sido una persona con unas cuantas heridas y traumas sufridos en la infancia que tuve que curar -afortunadamente hoy ya no supuran-: maltrato, censura, sometimiento, dominación, humillación, manipulación, soledad, abandono, rechazo, traición, injusticia, engaño, sobreprotección, falta de valía, de validación, de aprobación... Me río, porque a pesar de ello, yo siempre decía que había sido el niño más feliz del mundo, hasta que un día una terapeuta me dijo que había olvidado muy bien y que era momento de recordar. Llevo años atendiendo a mi niño interior y es un proceso precioso, puesto que es la clave de volver a tu esencia para todos los que se precien de estar bien y quieran sacar la mejor versión de sí mismos. Cada día se ponen de manifiesto las carencias afectivas, los miedos, las inseguridades, los excesos, los defectos, los deseos, las demandas y todo aquello que tiene que ver con el amor propio y el autocuidado. Si vienes conmigo a terapia, tarde o temprano, trabajarás tu infancia, un proceso que puede hacerse desde la paz, la reconciliación, el abrazo y la alegría, un reencuentro con tu esencia, con tu verdadero ser para convertirte en una persona segura y trasladar todo lo bueno que eres al momento presente y proyecciones de futuro.

He sido creyente, agnóstico y ateo. Llegué incluso a adorar a deidades absurdas y gurús que prefiero no nombrar, como consecuencia de haber perdido mi luz. Después volví otra vez a ser agnóstico y por último recuperé nuevamente mi fe y volví a creer en Dios. Independientemente de la religión, soy una persona muy espiritual. Un día me preguntaron qué significa ser espiritual y la respuesta que di fue la siguiente: es conectar con tu amor propio, tu paz interior y tu luz propia. En definitiva, con tu alma. También puedes llamarlo Yo Superior o Yo Interior si tú quieres, algo que nada tiene que ver con los pensamientos, ni con aquello que nos diferencia, ambicionamos o deseamos. Es estar en silencio. Es meditar. Es pasear por la naturaleza. Es abrirse a la gente y conectar con cualquiera desde el respeto, sin depender ni excluir a nadie. Es ser compasivo y tolerar al otro, aceptar cómo es y los comportamientos que tiene, sin engañarse ni esperar nada a cambio. Es fluir con la vida y gozarla, sin imponer nada a nadie, ni juzgar su camino. Es sentirse libre, dar alas y espacio para volar y a la vez comprometerse. Es todo eso para mí y mucho más.

El humor y la alegría están presentes en mi vida desde hace tiempo y son el mejor combustible para poder superar las dificultades y resistencias que presento. Sin ellas no sé donde estaría ahora. Soy una persona positiva y un optimista nato, lo que no quita de ver las cosas tal y como son, sin idealizar a nadie, ni autoengañarme, pero aceptando lo que te manda la vida, centrado en las soluciones, no en los problemas, y por supuesto disfrutando el camino. Ayudar a mis padres durante años en el cuidado de mi hermana discapacitada posiblemente fue la mejor escuela, para relativizar los problemas cotidianos, aprender a llevar las tareas con la mejor de las sonrisas, valorar las cosas que de verdad merecen la pena, las personas que me acompañan, así como los detalles y las cosas bonitas que recibo. A veces no soy consciente de lo afortunado que soy en mi día a día. Por ello doy las gracias cada noche por todo lo que vivo y también por lo que no. Desde hace años dedico una parte de mi tiempo a hacer Voluntariado, ayudando a personas que realmente lo necesitan y que no han tenido las mismas oportunidades. Aprendo muchísimo de ellos. Recibo lecciones maravillosas, sobre todo, a nivel humano. Ellos son mis maestros.

No soy perfecto, soy humano. A la vez que voy sanando lo mío, voy ayudando a otros a completar su camino

He cometido miles de errores y me he portado fatal en cientos de situaciones, sobre todo con determinadas personas. He sido muy peleón y a pesar de ello, como diría Machado, siempre me consideré en el buen sentido de la palabra, bueno, aunque ya no me llamo tonto como antes. Asumí de forma inconsciente el rol de niño bueno en mi infancia, una máscara más asociada al miedo, que ha condicionado mi vida más de lo que me podría imaginar, sobre todo de adulto. Ahora ya no pretendo agradar, ni caer bien a todo el mundo. Soy como soy y me acepto sin más. Eso me ha ayudado a abrirme más fácilmente a la gente, mostrar mi vulnerabilidad e inseguridades con más naturalidad y espontaneidad, sin miedos, sin máscaras, sin pretensiones de ningún tipo. Sentirse libre no tiene precio. Eso solo se consigue proyectando hacia afuera lo que tienes en tu interior. Qué bonito es ser imperfecto, aunque a veces uno esté hecho un cromo.

He sido universitario, licenciado de carrera y máster, con más de veinte años de vida profesional, otros tantos como profesor y los últimos seis ya como terapeuta ayudando a las personas en sus procesos. Pero después de todo lo contado, titulitis aparte, posiblemente sea lo menos importante. Sin duda alguna, somos lo que superamos y aprendemos. Y en ese camino sigo, no paro. No soy perfecto, soy humano. A la vez que voy sanando lo mío, voy ayudando a otros a completar el suyo. Por eso me recomendáis, porque veis resultados. Mi objetivo es empoderarte a partir de poner en paz una serie de experiencias de vida. Quiero que tomes conciencia y puedas avanzar con las herramientas que te doy. Por supuesto, que no dependas de mí, ni de mi terapia, para que después puedas caminar sin mi ayuda, por ti solo/a, de forma segura y estable. Será entonces cuando me traigas a otras personas a las que podré ayudarles como antes hice contigo. 

Escribo y hablo demasiado, pero me gusta más escuchar y que me cuentes tu historia, que seguro que es fascinante y llevas ya mucho caminado. Ese será el punto de partida para poderte ayudar a recobrar tu bienestar y equilibrio con mi terapia. Estoy a tu disposición. Gracias por querer estar bien y dar este paso.  

Para más información, saber el precio del servicio o pedir una cita conmigo, puedes contactarme por teléfono, WhatsApp o Telegram: +34 682 89 35 15

Recibe un fuerte abrazo. David Blázquez León, Terapeuta y Director de Móstoles Terapia.